El ojo de la cerradura (NGC 1999)

Ya hemos podido comprobar que Orion es mucho más que su Nebulosa y que esas brillantes estrellas que conforman su cinturón. El Cazador posee una gran variedad de objetos, pero sin duda destacan en él las nebulosas, de todo tipo y tamaño, planetarias, de emisión, reflexión… Esta observación es de una noche que no prometía ninguna maravilla, ya que la atmósfera se encontraba demasiado iluminada por la luz de Granada, como si la contaminación lumínica se abriera paso a través de cada partícula del aire. Sin embargo, como compensación, reinaba una gran estabilidad atmosférica y las estrellas se veían bien nítidas, permitiendo hacer uso de altos aumentos. Orion estaba elevándose, y a pesar de estar a unos 20º ó 30º del horizonte decidí echarle un vistazo. Había leído algo sobre NGC 1999 y los cuerpos de Herbig-Haro (de los cuales hablamos más ampliamente en esta entrada sobre NGC 1333) y desde entonces tenía especial curiosidad por saber qué podría alcanzar a ver con mi telescopio. He de decir que no me mostraba especialmente optimista, aunque animé y, buscando en el atlas, encontré rápidamente V380 orionis, una estrella que brilla con una magnitud 10, con la maldición de convivir pared con pared con M42,que llega a eclipsar todo lo que hay a su alrededor.

NGC 1999 es una nebulosa de reflexión, la masa de gases que dio lugar a la estrella central y que hoy se encuentran iluminados por ella, reflejando su luz hacia nosotros. Dicha estrella, V380 orionis, no es una sino cuatro estrellas que forman un sistema muy cerrado. Tres son muy jóvenes, de clase espectral B, con un intenso color blanco. La otra, sin embargo, es una enana marrón de clase espectral M, al otro lado del espectro de emisión. Qué interesante sería poder contemplar el sistema desde una de esas estrellas, y más aún con el marco en el que se engloban. Y es que NGC 1999 tiene una peculiaridad que la convierte en uno de los objetos más interesantes que he observado últimamente. Cualquier fotografía nos muestra una mancha completamente negra en forma de letra «T», rozando a la estrella y saltando a la vista como algo que «no debería estar ahí». Anteriormente se pensaba que era una nebulosa tan densa que no dejar pasar a la luz a su través, pero estudios de 2009 realizados con el radio-telescopio de Atacama y los telescopios Mayall y Magallanes han revelado que, efectivamente, es un verdadero agujero en el cielo. No hay en él gas alguno que oculte lo que hay detrás. Estamos, por tanto, ante una verdadera ventana que se ha hecho hueco en la nebulosa y nos muestra el vacío que hay detrás. Ahora, la pregunta del millón: ¿cómo puede haber un agujero en medio de una nebulosa? ¿Qué mecanismo puede provocar esa curiosa figura? Aunque no hay respuestas definitivas, la hipótesis con mayor fuerza achaca este fenómeno a chorros o jets de radiación que salen despedidos de la estrella principal, alterando la materia que encuentran a su paso. Volvamos a mirar la imagen e intentemos ver a esa estrella disparando contra la nebulosa un chorro de radiación, la imaginación hará el resto.

Foto 1999 centro

Pero no es esto lo único interesante de NGC 1999. Como podemos comprobar en la siguiente fotografía, acompañan a esta nebulosa unos filamentos que parecen estar en llamas, de un intenso color rojo que contrasta enormemente con el azul blanquecino de NGC 1999. Son, como ya adelantábamos al principio, cuerpos de Herbig-Haro, estrellas en formación rodeadas por gases que, a merced de fuertes vientos y radiación, adoptan forma de volutas y chorros de llamativos colores. Y lo mejor: están al alcance de los aficionados. Fueron descubiertos en 1946 y 1947, y precisamente tres de estos cuerpos de NGC 1999 fueron los primeros en observarse.

Foto 1999.jpg

Busqué a V380 orionis con el buscador y, a bajos aumentos, ya pude apreciar su envoltura gaseosa, que le daba un aspecto que describiría como «lúgubre», con tonos más oscuros de lo normal. De una forma más o menos redondeada, compartiendo campo con algunas estrellas brillantes, no podía apreciar nada más, aunque por momentos algo cerca de su estrella me llamaba la atención, una especie de punto oscuro que aparecía y desaparecía con visión periférica. Claramente, me estaba pidiendo a gritos mayores aumentos, y no me negué. A 214x se me erizó el vello cuando pude comprobar que la zona oscura era exactamente igual a las fotografías. A 300 aumentos la impresión era aún mayor y la definición, perfecta, con los bordes bien marcados sobre el fondo nebuloso. En cuestión de segundos pasó a ocupar una lista entre mis objetos favoritos y, embelesado, le dediqué varios minutos en exclusiva, recreándome la vista. Entonces decidí ir a la caza de esos cuerpos Herbig-Haro, en concreto de los más brillantes, Herbig-Haro 1 y 2.

NGC 1999

Centré mis esfuerzos, en primer lugar, en enfocar a la perfección una débil estrella que ya rozaba el límite de magnitud de mi telescopio, la que en el dibujo ocupa la parte izquierda superior. Cuando la noté perfectamente puntual (aunque durante algunos segundos desaparecía de la vista), un fotón llegó a mi retina en un punto cercano un poco más abajo, y luego se esfumó. Justo después otra imagen saltó momentáneamente al ocular, más débil que la anterior y más cerca a V380 orionis. Emocionado y soltando una risa nerviosa (las vacas que había cerca debieron de mirarme extrañadas) aparté la mirada del telescopio y respiré varias veces, moviendo la cabeza para relajar la vista. Me asomé de nuevo y no vi nada, pero no desistí, y a los pocos segundos los dos puntos de luz volvieron a aparecer ante mí, esta vez durante un poco más de tiempo. Así pasé los siguientes 15 minutos, cazando por segundos esa imagen que tan rápido se desvanecía sin avisar. De hecho, no eran realmente puntuales, sino que la sensación que me llegaba, por lo menos del más alejado de la nebulosa, era como si fuera un disco extremadamente pequeño, tenue y algo difuso (me recordó a Mayall 1, el cúmulo globular de la galaxia de Andrómeda). Acabé exhausto por el esfuerzo, pero también con una sonrisa de oreja a oreja, sintiéndome por momentos como Guillermo Haro y George Herbig en esas noches de los años 40. NGC 1999 es un objeto infravalorado, quizás por acompañar en el cielo a M42, pero sin duda merece la pena echarle un vistazo, sea con la abertura que sea. Con telescopios más pequeños, si la noche es estable, sin duda podremos ver ese parche negro que rompe el brillo homogéneo de esa masa de gas que, a 1.500 años luz, nos muestra su cerradura. La llave para abrirla es mucha paciencia y un buen cielo, y entonces hará que merezca la pena regalarle nuestro tiempo.

NGC 1999 detalles

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