Efecto de la distancia (M35 y NGC 2158)

Las parejas de objetos celestes siempre nos llaman la atención y, personalmente, son una de mis observaciones favoritas, el hecho de poder ver dos entidades tan dispares compartiendo ocular. En este caso no son objetos tan diferentes, ambos son cúmulos abiertos, pero presentan una gran diferencia en cuanto al brillo, la distancia y la edad, haciéndolos un objetivo perfecto para comparar estas características.

El primero de ellos, y más conocido, es M35, un cúmulo descubierto por Philippe Loys de Chéseaux en 1745. Se encuentra a los pies de la constelación de Géminis, en una característica agrupación de tres estrellas que parecen acoger en su regazo una mancha neblinosa que corresponde a M35. Flota en el espacio a una distancia de 2.800 años luz y está compuesto por unas 500 estrellas que nacieron de la misma nube molecular, cuando ésta se fue enfriando y condensando poco a poco. Se formó hace 100 millones de años, una edad intermedia para un cúmulo abierto, por lo cual vemos en su composición un gran número de estrellas de tipo espectral G, de color amarillento, con algunas de tipo K, más rojizas.

Foto M35.jpg

NGC 2158 es otro cúmulo abierto que se sitúa al borde de M35, y desde un principio son notables las diferencias entre ambos. Pequeño, muy concentrado, más débil… Son los adjetivos que se nos vienen primeramente a la cabeza. Efectivamente, este cúmulo mide unos 5 minutos de arco, frente a los 30 minutos que ocupa en el ocular M35. Sin embargo, sus diferencias reales no son tan grandes, ya que NGC 2158 es víctima de la distancia que ocupa. Se encuentra a 16.000 años luz de distancia, casi 6 veces más, y es mayor en cuanto a edad, teniendo cerca de 1.000 millones de años. Además, cuenta con una población de 10.000 soles, motivo por el cual se pensó con anterioridad que era un cúmulo globular. Hoy se sabe que es un cúmulo abierto tremendamente compacto, que se irá disgregando poco a poco a medida que pasen los años.

M35 es fácilmente visible a simple vista como una pequeña mancha cerca de Eta Geminorum, siempre que la noche sea lo suficientemente oscura. Su magnitud de 5.3 es indicativo de su gran brillo. Con unos prismáticos bien firmes el espectáculo está garantizado. Un popurrí de estrellas se entremezcla como migas en una sartén ardiendo, con un fondo formado por “polvillo cósmico” que no llega a resolverse. Con unos 15×70 hemos llegado a intuir la presencia de NGC 2158 de forma muy tenue, con visión lateral. Con cualquier telescopio el ocular se llena de brillantes estrellas que brillan sin un patrón fijo. No hay una mayor concentración en el centro, ni ningún tipo de gradiente. Todas las estrellas se disponen sin orden ni concierto, contando con mi Dobson 305 mm entre 150 y 200 componentes, en una amplia gama de brillos.

M35

Ya a bajo aumento queda patente la presencia de NGC 5128, como una mancha redondeada, que adquiere forma triangular con visión periférica, en cuya superficie hormiguean débiles estrellas, al menos una decena de ellas. El panorama cambia al usar mayores aumentos, resolviendo perfectamente el cúmulo y encontrando que esa nubecilla se encuentra formada por una barbaridad de astros. Llegué a contar unas 50 estrellas dispuestas en una zona de 5 minutos de diámetro, lo cual es indicativo de su alta densidad. De hecho, no es de extrañar que lo confundieran con un cúmulo globular. A 214 aumentos parece un objeto con entidad propia, lejos de la influencia de M35, aunque prefiero esa nubecilla débil acompañando al gran cúmulo abierto. Es interesante, cuando estemos frente al telescopio, hacer un ejercicio de imaginación para intentar verlo como lo que realmente es. M35, un grupo de estrellas cercanas; NGC 2158, una inmensa nube de estrellas que se encuentra mucho más lejos. Entonces conseguiremos verlo con cierta tridimensionalidad, y seremos conscientes del efecto tan importante de la distancia, entendiendo que no todo es lo que parece.

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