Un nido y una lechuza (M108 y M97)

Los meses invernales nos van acercando, de madrugada, las constelaciones de la primavera, y el 8 de febrero de 2016 decidí aprovechar el frío aire de Sierra Nevada para observar dos de sus mayores tesoros. A 2.500 metros de altura, cabe decir, los observé como nunca antes lo había hecho.

M97 - M108

M108 es uno de los objetos que se añadió a posteriori al catálogo Messier. Éste sabía de su existencia gracias Méchain, que lo había descubierto a la par que M97. Sin embargo, calcularon la posición de éste último pero no de M108, cuya localización quedó registrada en un cuaderno de notas de Messier, más adelante. Fue en 1953 cuando Owen Gingerich otorgó a este objeto el número 108 del famoso catálogo, a pesar de que le habría “tocado” la posición 98. Se llame como se llame, M108, o NGC 3556, es una verdadera maravilla al alcance de los aficionados.

Es un universo isla situado a unos 45 millones de años luz, perteneciente al Cúmulo de la Osa Mayor, cercano al Cúmulo de Virgo, cuyos componentes iremos viendo en los próximos meses. M108 se nos aparece casi de canto, con un ángulo de inclinación de 75º, motivo por el cual no vamos a ver definidos los brazos de esta galaxia, que es de tipo SB. Presenta un diámetro de 100.000 años luz, y unas 125.000 millones de estrellas pueblan su superficie, menos de la mitad que la Vía Láctea. A pesar de tener menos masa que nuestra galaxia, esconde en su interior un agujero negro supermasivo seis veces mayor que el nuestro. En 1969 una supernova brilló en M108 con una magnitud de 13.9, fácilmente visible con telescopios.

Foto M108.jpg

Se sitúa cerca de Merak o beta Ursae Majoris, una de las cuatro esquinas del “Carro”. Visible con prismáticos como una débil mancha alargada, es todo es un espectáculo a través de un telescopio. Con mi Dobson de 30 cm, a bajo aumento destaca muy cerca de una estrella brillante, un haz alargado fácilmente visible con visión directa. Ya entonces se puede percibir que su superficie no es uniforme, con algunas irregularidades que resaltan especialmente en su zona central. La visión con el ocular de 13 mm era muy interesante, pero subí a 214 aumentos para poner a prueba el aire gélido de la Sierra. Efectivamente, no me defraudó. La imagen parecía una fotografía en blanco y negro, con la galaxia ocupando más de la mitad del ocular, con sus 8 minutos de arco de longitud. Una brillante estrella ocupaba un punto cercano al centro, donde resaltaba un núcleo más intenso que el resto. Separados por una zona algo más oscura, otra región brillante hacía su aparición a poco más de un minuto de la estrella. Tras estas regiones, el halo de la galaxia destacaba sobre el negro del cielo, dando la forma alargada con los bordes terminando de forma, podríamos decir, abrupta. Tras varios minutos de adaptación y asombro pude detectar otra pequeña mancha más brillante, casi en el extremo opuesto de la galaxia. La porción central adquiría cierta forma alargada, una sombra apenas de esa barra central que se esconde tras montones de estrellas y polvo.

M108.png

Para encontrar el siguiente objeto no hay que irse muy lejos. De hecho, con un ocular amplio ambos pueden encuadrarse sin ningún problema dentro del mismo campo. Hablamos de M97, conocida como la Nebulosa de la Lechuza. Es una de las pocas nebulosas planetarias que catalogó Messier (en su lista hay 4 de estos objetos), y es especialmente interesante por su forma. Situada a unos 2.000 años luzFoto M97 dibujo de distancia, presenta una estructura basada en 3 capas de gases principales. La más externa, rojiza en fotografías, adquiere un tono rojizo característico del hidrógeno (el hidrógeno forma parte de las capas más superficiales de la estrella). Cualquier fotografía muestra su rasgo más relevante, ya inmortalizado por Lord Rosse en 1781, y que le valió para obtener su nombre: dos círculos más oscuros que, a modo de ojos, flanquean a una débil estrella central.

No es fácil imaginar la naturaleza de estos ojos a priori, pero basta saber que la estrella central, en uno de sus últimos suspiros, ha exhalado sus gases de manera que ha formado una especie de “donut” a su alrededor, lo que se conoce como estructura toroidal. Si viéramos la nebulosa desde “arriba” podríamos ver el anillo rodeando a la estrella, pero lo vemos prácticamente de perfil, así que lo que percibimos es una especie de corte transversal, destacando las regiones del anillo en las que más capas de gas se encuentran sobreexpuestas.

Foto M97

La nebulosa tiene unos 6.000 años de edad, de ahí su tamaño de apenas dos años luz de diámetro. Su estrella central es una enana blanca con una temperatura de unos 100.000 grados kelvin. Es interesante pensar que originalmente tenía el doble de masa que nuestro sol, mientras que actualmente  ocupa un tamaño similar a la Tierra. Esa diferencia de materia se encuentra ahora esparcida por el espacio, expandiéndose a velocidades del orden de 30 metros por segundo.

M97 tiene una magnitud de 9.9, lo cual no debe hacer que nos confiemos, pues presenta un bajo brillo superficial repartido por un diámetro de 3.3 minutos de arco. Si la abertura del telescopio no es especialmente amplia, serán necesarios cielos muy oscuros para atisbarla. Con mi Dobson aproveché que M97 se encontraba prácticamente en el cenit, de modo que pude verla en todo su esplendor. A un paso de M108, M97 es visible a bajo aumento como una esfera relativamente grande (unas 4 ó 5 veces el diámetro de júpiter), al lado de un grupito de tres estrellas brillantes. A pesar de su bajo brillo superficial sus bordes quedan bien delimitados. En un primer momento no detecte ningún detalle en su disco, así que decidí aumentar la magnificación. A 300 aumentos la imagen mejora considerablemente, sin necesidad de filtro OIII, que lo que hace es estropear la imagen cuando el cielo es de calidad. Sus dos ojos saltaron entonces a la vista, muy débiles, pero visibles con mirada indirecta, como dos esferas ligeramente más oscuras que el resto de la nebulosa. No pude apreciar diferencias en ellos, pero me contenté con poder distinguirlos con relativa claridad. Pude ver también la estrella central, extremadamente débil, justo en medio de los dos ojos. Su magnitud varía según la fuente leída, en algunas establecen para la estrella una magnitud de 14, mientras que otros la sitúan en torno a 16. Yo, personalmente, la encuentro más cercana a este último, ya que algunas estrellas de magnitud 14 cercanas a la nebulosa eran fácilmente visibles, incluso algunas de magnitud 15.

M97

De hecho, M97 me deparaba una sorpresa totalmente inesperada. Cuando me dio por mirar el atlas, al final de la observación, me di cuenta que una débil galaxia se situaba muy  cerca de la nebulosa, prácticamente rozando una débil estrella. Su nombre era PGC 34279, una lejana espiral de magnitud 16.1. Teniendo en cuenta lo limpio que estaba el cielo, decidí afrontar su observación y dedicarle unos minutos para ver si era capaz de cazarla. Tras muchos intentos por detectarla, con visión lateral, relajando los músculos de todo mi cuerpo, descansando la vista intermitentemente, logré notar un curioso efecto. Por momentos la estrella que rozaba la galaxia aparecía difuminada, como si una débil nebulosidad difusa y extremadamente débil la acompañara en la distancia. Se encuentra a casi 500 millones de años luz de nosotros, de manera que no es extraño sentir algo de vértigo al observarla. El cielo de primavera no hace más que asomarse estas frías noches, y va mostrándonos sus tesoros, que no son pocos…

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