Una cana en la Cabellera (NGC 4147)

Como ya sabemos, en el cielo siempre hay excepciones a la regla, de forma que, por ejemplo, podemos encontrar galaxias en la constelación de Sagitario, en pleno centro de la Vía Láctea. De la misma manera, la región del Cúmulo de Virgo es un hervidero de galaxias, plagado de nubecillas irresolubles donde quiera que miremos con el telescopio, pero hay un intruso en la constelación de Coma Berenices. Si navegamos por sus dominios, podremos encontrar una mancha difusa redondeada, y de entrada nuestra mente la asociará con una galaxia elíptica, pero nos frotaremos los cuando veamos que podemos distinguir un hormigueo de estrellas en su interior… Y no, no hemos adquirido de golpe una vista prodigiosa capaz de distinguir estrellas extragalácticas, sino que el objeto en cuestión es un cúmulo globular, uno lo suficientemente alejado del centro galáctico como para llamar la atención.

Se trata de NGC 4147, y se sitúa a unos 60.000 años luz de nosotros y a poco más de 70.000 años luz del centro. Si lo dibujamos en nuestra mente, podemos suponer que, si nuestro planeta mirase al centro de la Vía Láctea, para ver el globular tendríamos que mirar hacia arriba completamente. Con una masa cercana a 40.000 masas solares, NGC 4147 parece que está inmerso en la corriente de marea (tidal stream) de la Galaxia Enana Esférica de Sagitario, una galaxia satélite en vías de desaparecer, completamente deformada por su colisión con la Vía Láctea y cuyo centro se piensa que puede ser el cúmulo globular M54 en Sagitario. Por su situación, se ha sugerido que podría ser un cúmulo de dicha galaxia, capturado y adoptado por nuestra Vía Láctea recientemente.

Foto NGC 4147.png

Es un cúmulo globular relativamente pequeño y su población estelar difiere en algunos aspectos de la mayoría de cúmulos “locales”. Entre sus componentes encontramos 19 variables RR y más de 20 azules rezagadas, aquellas estrellas que interaccionan con otras y adquieren mayor energía, adoptando un color azulado. Son estrellas que, básicamente, rejuvenecen al brillar con más energía. Es fácil de comprender su tonalidad sabiendo que al aumentar la temperatura de una llama, su color va cambiando hacia el azul.

No veremos tonos azules o rojizos en NGC 4147, pero no es necesario para definirlo como un cúmulo, cuanto menos, interesante. Llegar hasta él puede ser más sencillo si visualizamos la estrella de magnitud 5.60 llamada 5 Comae Berenices, a medio camino entre Denébola y Melotte 111, la “Cabellera de Berenice” propiamente dicha. De hecho, al lado de esa estrella podemos ver una más débil, 2 Comae Berenices, que es un bonita doble fácil de desdoblar si la noche es serena. Su componente principal, de magnitud 6.10, se encuentra separada por 3.6 segundos de arco de otra estrella algo más débil, de magnitud 7.45. Ambas componentes son de tipo espectral F, por lo que no muestran un marcado cromatismo, aunque hay que gente que aprecia la secundaria de un tono verdoso o incluso liliácea, frente a la primaria blanquecina.

NGC 4147 es visible a través del buscador sin mayores problemas como una pequeña esfera neblinosa. Tras el ocular comprobamos, en un primer vistazo, que es brillante, haciendo honor a su magnitud de 10.7, y tiene cierta forma alargada. Sin embargo, también apreciamos que su tamaño es relativamente pequeño, sin llegar a superar los dos minutos de arco de diámetro. Usaremos, por tanto, aumentos elevados si la noche lo permite para apreciarlo mejor. La primera noche que lo observé, con mucho viento y turbulencias, pude usar el ocular de 5 mm sin mayores problemas, obteniendo 300 aumentos. El cúmulo aparece entonces más grande, apreciándose como una esfera de luz con un gradiente bien marcado, es decir, un núcleo muy brillante y una corona o periferia menos densa, perdiéndose los bordes gradualmente. Cuando el viento no hacía vibrar el telescopio pequeños puntos de luz aparecían sobre su superficie, llegando a ver al menos una docena de tenues estrellas titilando tímidamente. El más brillante de esos puntos apenas llega a la magnitud 14.5, por lo que podemos darnos por satisfechos al percibir varios de ellos.

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NGC 4147 es un respiro para esas noches en las que el vértigo infinito de las galaxias aturde nuestros sentidos y nos pide una cierta “cercanía”.

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