El cúmulo de Lacaille (NGC 2477)

Todos conocemos, sin duda, los principales objetos de Puppis. M46 con su planetaria, M47, M93, el casco de Thor… Sin embargo, a los observadores del hemisferio norte se nos escapan algunas de las maravillas que la constelación guarda más hacia el sur. Ese es el caso, por ejemplo, de NGC 2477, una de las joyas que los cielos australes reservan para sí. Sin embargo, si la noche es clara y estable, podemos intentar disfrutarlo y perdernos entre sus innumerables estrellas.

Esta parte media de la Popa contiene algunas estrellas brillantes que pueden llamarnos la atención, sin saber muy bien cómo ubicarlas por no ser muy frecuentadas. Si la noche es oscura puede que nos llame la atención una zona que parece neblinosa, y que corresponde con el cúmulo abierto NGC 2451, una impresionante y amplia agrupación de estrellas brillantes dispuestas en un espacio de 50 minutos de arco, con la roja C Puppis presidiendo su centro. En otro momento le haremos la visita que merece, pero hoy nos vamos a ir un poco más abajo aún. La estrella que vemos con facilidad a simple vista es Zeta Puppis, que recibe el nombre Naos. Es una estrella de tipo espectral O4, una de las más luminosas y calientes visibles a simple vista, así como de las más cercanas. Su temperatura mayor a 40.000 grados centígrados es, en parte, responsable de los enormes vientos producidos a su alrededor. Con una masa entre 20 y 50 veces la de nuestro sol, su final como supernova está garantizado, y entonces será, durante un tiempo, la más brillante de todas las estrellas que podamos observar.

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A apenas 2 grados y medio de Naos encontramos, por fin, a NGC 2477, el cúmulo abierto que nos ocupa hoy (también conocido como Caldwell 71). Ha sido catalogado por muchos como uno de los diez mejores cúmulos del cielo y, con una magnitud de 5.8, es visible a simple vista desde lugares más meridionales. Fue descubierto por Abbé Lacaille en 1751, un sacerdote francés que dedicó gran parte de su vida a la astronomía. Un año antes de su descubrimiento viajó al Cabo de Buena Esperanza, en Sudáfrica, para intentar calcular la distancia a los planetas por trigonometría (los resultados le sirvieron para comprobar que el polo sur estaba más aplanado que el polo norte. Durante su estancia elaboró un catálogo con más de 10.000 estrellas y 42 objetos nebulosos entre los cuales figuraba NGC 2477. Es un cúmulo de edad avanzada, con aproximadamente un millón de años, de ahí el tono amarillento de sus estrellas. Su edad se ha podido calcular estudiando algunas de sus enanas blancas, cuya proporción respecto al resto de la población es un marcador de la edad total. Se encuentra a unos 4.000 años luz de distancia y la mayoría de sus estrellas se sitúan entre la magnitud 12 y 14. Unas 300 estrellas se disponen en un área de 27 minutos de arco, lo cual corresponde a un diámetro real de unos 30 años luz. La brillante estrella de magnitud 4.5 que comparte campo con NGC 2477, B Puppis, no pertenece al cúmulo, sino que se encuentra a poco más de 600 años luz, casi 7 veces más cerca. Es otra joven y masiva estrella de tipo espectral B que tiene “tan sólo” unos 27 millones de años de vida.

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Encontrar NGC 2477 con el telescopio es sencillo debido a que en regiones tan meridionales del cielo sólo podemos ver las estrellas brillantes, y Naos saltará a la vista sin ninguna dificultad como la estrella más representativa de la zona. Una vez en ella sólo tendremos que subir un poco hacia el noroeste y veremos, por el buscador, una pequeña nube redondeada. Cuando pongamos el ojo tras el ocular quedaremos maravillados por la gran riqueza de este cúmulo. A 125 aumentos se obtiene una imagen espectacular, con el grupo de estrellas ocupando dos terceras partes del campo. Inmediatamente podemos comprobar que, a pesar de tener forma redondeada, no posee un gradiente especialmente marcado como lo mayoría de los cúmulos globulares. De hecho, se parece bastante a M71, e incluso a M56, que ya de por sí son cúmulos globulares escasamente densos. Al intentar contar las componentes es fácil perderse, personalmente cuento alrededor de ciento cincuenta, y un fondo blanquecino hace suponer que el número es todavía mayor, dando la sensación de ser “un verdadero cúmulo”. Muchas de sus estrellas conforman líneas aleatorias de predominio radial, como si fueran prolongaciones que parten hacia la periferia. Sin duda, es uno de los cúmulos abiertos más espectaculares que he podido ver, y el desafío que supone su baja altura lo hace aún más interesante.

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